“Es, por tanto, una de las necesidades de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”

S.S. Pío XI



“Que el cine sea ordenado a la gloria de Dios y a la salvación de las almas, y sirva eficazmente para la extensión del Reino de Cristo sobre la Tierra”.

S. S. Pío XII

jueves, 9 de julio de 2009

DOSSIER: TEILHARD DE CHARDIN, ANGEL FARETTA Y EL CINE

TEILHARD, FARETTA Y EL CINE




Enferma leerlo” (Castellani)




“Los Padres de la Iglesia, que con su celo y saber mantuvieron intacta la verdad de la fe, hicieron de la humildad el fundamento de su actividad. Sabiendo que estaban sujetos a error, repetían con San Agustín: “Puedo errar, pero nunca seré hereje”. La prudencia y la humildad no son menos necesarias en los estudios profanos que en los religiosos. Algunos pierden el contacto con la realidad en sus elucubraciones y desperdician su talento dedicándose a estudios que están por encima de sus fuerzas. Cicerón tiene razón cuando dice que no hay doctrina, por absurda que sea, que no haya sido defendida por algún filósofo. Por ello, el Apóstol afirma que “la ciencia hincha”, no porque sea mala en sí misma, sino porque el corazón humano es muy propenso al orgullo. Generalmente los más ignorantes son los que caen más fácilmente en el defecto de exagerar sus conocimientos y cualidades”.

Vida de los Santos de Butler – San Eusebio.


“Es muy lamentable ver hasta dónde llegan los delirios de la razón humana cuando está hambrienta de novedades y cuando, en contra de la advertencia del apóstol, quiere saber más de lo que conviene saber, cuando, con un exceso de confianza en sí misma, pretende buscar la verdad fuera de la Iglesia católica, donde se encuentra sin la más leve sombra de error”.

Gregorio XVI, cit. por San Pío X.


“No, ninguno que espera en Ti es confundido.
Confundido queda el que locamente se aparta de Ti”.

Salmo 24, 3:



Fue René Guénon quien tal vez –a raíz de su indudable talento- llevó más lejos la influencia de una corriente sincrética que se ha llamado “verdadero conocimiento metafísico”, es decir gnóstico, disfrazando de “tradicional” un pensamiento que iba a acabar, en nuestros días, en el más deplorable modernismo o progresismo religioso. Esclarecedor, para quien quiera ampliar sobre este tema, es el estudio Un gran iniciado: René Guénon (primera parte). Segunda parte

Otro de los pseudo-profetas de amplio predicamento, aunque en este caso de nulo talento literario, más bien alucinado y perturbador, es Teilhard de Chardin (masón y apóstata), otro a quien puede imputársele aquella enseñanza de Santo Tomás que dice: “La infidelidad tiene origen en el orgullo”. Nos referiremos a él teniendo en cuenta el desconocimiento (“ignorancia” puede sonarle muy fuerte a algunos espíritus no acostumbrados a revisar sus ideas) que entre quienes escriben o les interesa el cine hay acerca de sus escritos, sus ideas, su influencia. Dijimos en nuestra crítica sobre “Vampiros” (Ver: SOBERBIA) que la referencia de Ángel Faretta (*) –muy positiva- sobre Teilhard de Chardin es reiterada. De hecho donde más ostensible se hace es al encabezar su libro (donde hay cosas valiosas y estimables, por cierto) “Espíritu de simetría” (Editorial Djaen, 2007), libro en el cual nos menciona, en un tiempo donde aún no habíamos llegado a la ruptura con quien se nos reveló claramente como un falso maestro, munido de esteticismo refinado pero que no dejaba de brindar a sus alumnos unas “bagatelas filosófico-teológicas” -como afirmara Don Luigi Villa de Teilhard de Chardin- que casi todos sus discípulos tragaron sin el menor discernimiento. En honor a la verdad debemos, por lo menos, abordar con sentido crítico este ítem. No nos mueve otro propósito que esclarecer allí donde la oscuridad se aposenta, y nos resulta penoso, por cuestiones personales, el tener que hacerlo. Pero ante todo está la verdad, sin la cual, como afirmó Nuestro Señor, no seremos libres, y sí, por lo tanto, esclavos del error.

Tenemos en cuenta, además, que en por lo menos seis reseñas sobre el mencionado libro de Faretta–ya se trate de periódicos o la Internet- ninguno de los comentaristas toma en consideración la mención de Teilhard de Chardin en cuanto a su gravedad y significación respecto de las ideas farettianas. La penuria de sentido crítico dejó pasar el infortunio. Si alguien pudo pensar que se trataba tan sólo de una cita aislada y desafortunada, creemos que su reiteración en diversos escritos –no de la cita sino del “pensamiento” teilhardiano- puede ser tomada, como lo hizo un periodista de Ñ de Clarín, como “una declaración de principios y una guía”, aunque por cierto extremadamente confusa y propensa a crear confusiones. Otros repetidores son más ingenuos y, por lo tanto, por no saber discriminar, no llegan a ver el peligro que corren. Pero está claro que los desvaríos a que Teilhard ha llevado a sus seguidores (para decirlo en analogía cinematográfica, y sin exageraciones, a la manera del Sutter Cane de “En la boca de la locura”, pero con una posible salida feliz, si se la busca, no como en el desesperado y horrible film de Carpenter) son tanto perjudiciales cuanto impermeables a todo esclarecimiento, cuando las evidencias de una posible ruina espiritual se manifiestan por obra de la caridad al embarullado.

Voces autorizadas –sólo unas pocas- nos hablan de este delirante pseudo-profeta que fue Teilhard. Estudiosos a los que debemos dar gracias por habernos ahorrado la enfermiza experiencia de sondear en los abismos de sus libros, donde el Error corre a sus anchas y, como león rugiente, busca a quién devorar. Voces que dan la Verdad de manera clara e inteligible, porque, al decir del Cardenal Newman: “Cuanto más profundo es el pensamiento, más simple es la palabra”.


Sobre Teilhard de Chardin


“… podemos decir que al margen de los muchos motivos de confusión que derivan del carácter de sus obras y de su extraña y complicada historia humana, lo cierto es que su obra no puede ser considerada como sostenible ni científicamente, ni filosóficamente ni teológicamente”
(Don Luigi Villa, “Teilhard de Chardin”)


“Un Pseudo misticismo, nebuloso y ambiguo, que se evade de los problemas reales con un aura poética, también ella, decadente”.
(Don Luigi Villa, “Teilhard de Chardin”)



“Es lógico que el juicio negativo por parte de eminentes científicos sobre la presunta base científica de Teilhard de Chardin fisura aún su castillo de imaginaciones en el campo filosófico-teológico, el cual querría fundado sobre la base de la ciencia. Si, sobre su valor científico, la crítica seria va rectificando y precisando, cuánto más debe hacerse ésto respecto de su incapacidad como metafísico y teólogo, cuya incompetencia es aún mayor. Teólogos eminentes, como el card. Charles Journet, C. Philippe de la Trinité, Mons. A. Combes,y filósofos eminentes, como Gilson y Maritain, lo han ya demostrado.
Todo el pensamiento filosófico-teológico de Teilhard de Chardin, en efecto, está impregnado de errores, de absurdos y de falsedades, en un confuso nihilismo que aparece claramente aún a los más desprevenidos, (siempre y cuando lean “sus obras”, y no las amables críticas de sus propagadores devotos neo-modernistas!)
Desafortunadamente, Teilhard de Chardin, ha dejado una brecha, o ha golpeado, especialmente en los ambientes católicos y religiosos, tal vez precisamente por su presunto rigor experimental científico y teológico, que los verdaderos hombres de ciencia y los verdaderos teólogos, sin embargo, rechazan como un escandaloso montaje. Hemos visto – al menos brevemente – que en los escritos de Teilhard hay todo un cúmulo de confusiones, de afirmaciones ilegítimas, cándidamente presentadas como si estuvieran demostradísimas; hay desviaciones verticales, untuosamente presentadas a la sombra de la religión; hay, en una palabra, todo un falso “fermento evangélico”, lleno de herejía y de engaños. Este jesuita, no suficientemente condenado, ni bastantemente prohibido, lejos de ayudar a los hombres a acercarse a Dios, (su punto “Omega”), ha sembrado, en el interior de la Iglesia, confusiones, divisiones e incluso odio; lo cual está exactamente en lo opuesto del impulso evangélico, por la salvación del hombre, implementado por el genio de los Padres de la Iglesia y por los Santos de todos los tiempos!
(Don Luigi Villa, “Teilhard de Chardin”)


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“Teilhard de Chardin estaba entonces a punto de venir aquí a dar conferencias, traído por sus cofrades y el Museo de Historia Natural de La Plata; sus opúsculos los encontré en Salta; una parte del clero joven francés, español e italiano se los pasan de mano en mano; el opúsculo Introduction a la vie chretienne que yo leí, había sido transcripto a máquina –muy mal por cierto- por el profesor de metafísica de la Universidad de Barcelona, canónigo N. N. Por eso consideré obligatorio –aunque penoso- escribir aquella nota, y estotra que escribo ahora.
No cabe en ella una descripción de la “teología” de Teilhard de Chardin que tampoco es necesaria. Baste decir que en ella se contiene entre otros –sutilmente paliados, no en forma categórica- los siguientes errores:
El transformismo darwiniano dado como verdad cierta.
La negación de la Parusía o Segunda Venida de Cristo tal como la entiende la Iglesia.
La negación de la Redención por la obra personal de Cristo.
La negación del pecado original, a la manera de Pelagius.
Monismo materialista evolucionista parecido al de Spencer y Haeckel.
Panteísmo sutil a la manera de Bergson.
Interpretación modernista de todos los Sacramentos, empezando por la Eucaristía, a la manera de Guenther.
Negación del fin primario del matrimonio y constitución del fin primario del matrimonio en la “ayuda espiritual mutua de los esposos”.
Aprobación de los medios contracepcionistas en el matrimonio, a la manera de Malthus.
Negativa implícita de la autoridad de la Iglesia para definir, a la manera de Loisy, Tyrrel y otros.
Si he escrito negaciones es para abreviar; pero más que negaciones son adulteraciones capciosas y tangentes del dogma cristiano, lo cual es propio de la herejía modernista, condenada por Pío X en la Pascendi. Creo que no era un protervo, sino un débil: dos años viví con él como vecino de cuarto en el tercer piso de la 42 rue de Grenelle, París, y ni una sola vez me dirigió la palabra, ni para darme los buenos días. Era uno de esos “sabios” de hoy, que, porque dominan una técnica de investigación, reciben de la tilinguería contemporánea el sagrado título de “sabios”; como Enrique Fermi y aun el mismo Einstein. Como dijo Max Scheler, su sabiduría no se diferencia de la sabiduría del chimpancé en género, sino solamente en grado; con razón éste tenía tanto empeño en descender del chimpancé, a través del Eoanthropus, el Sinanthropus y el Quasianthropus. Habrá que inventar una nueva palabra para designar la sabiduría de los que conocen los primeros principios y las últimas causas; porque sabio hoy día los llaman a los técnicos; y a imitación de Pitágoras que se llamó modestamente Filó-Sofo (aficionado a la sabiduría) para distinguirse de los hinchados Sofos (sabios) de su tiempo, habrá que llamar a Max Scheler, a Carrel, a Belloc, a Kirkegor...filotécnicos o sub-sabios.
En 1947 lo volví a encontrar en Roma. Los dos habíamos sido llamados por el General de los jesuitas para “explicarnos”. El volvió a París con todos los honores, nombrado miembro de la Academia de Ciencias de Londres y apoteosado por la revista Etude y la Revue des questions scientifiques. Recuerdo esto como un simple hecho histórico, signo de nuestros tiempos, sin apoyar en él ni concluir nada.
Ahora eso ya poco importa. Lo que debe quedar es que el paleontólogo Teilhard de Chardin fue quizá un gran hombre de ciencia -en lo cual no puedo juzgarlo-, pero un mal filósofo y un teólogo heretizante, a más de un hombre altanero y débil”.
(R. P. Castellani – Dinámica Social Nº 63, Bs. As., noviembre de 1955. En “Nueva crítica literaria”, Ediciones Dictio)


“El Superhombre está al nacer, junto con la Superfederación de las naciones del orbe en una sola, y la palingenesia total del Universo visible, por obra de la Ciencia Moderna. Esta idea, o imagen o mito está en el ambiente y tropieza uno con ella en todas partes; implícita o explícita, aplicada o pura, en forma de argumento o de espectáculo, con las variaciones más sublimes o más idiotas. Efectivamente, esta imagen de la Unidad, es decir de UN y de la UNESCO, tiene ya vigencia religiosa. Tiene ya incluso su gran teorizante religioso, su teólogo o profeta: el Padre Teilhard de Chardin (...) El punto focal de su especulación no es otro que esa unificación triunfal del Universo, a la cual corren infaliblemente, según él, las naciones bajo la atracción formidable de un “Cristo Universal” que absorbe hacia sí al Universo inmanentemente, ya que está encarnado en él desde su creación y es su propio elan vital (...) Teilhard está seguro de la gran fusión de los pueblos en uno y del venida natural de la Restauración Ecuménica. El entusiasmo, el patetismo y el ímpetu religioso con que el alma de Teilhard de Chardin anima esta síntesis esencial de todas las heterodoxias modernas, y aun antiguas, es cosa notabilísima. Enferma leerlo; pero ilustra muchísimo; a un teólogo, por lo menos”.
(R. P. Leonardo Castellani – Visión religiosa de la crisis actual, Dinámica Social Nº 13-14, Bs. As., septiembre-octubre 1951. En “Cristo, ¿vuelve o no vuelve?”, Ediciones Dictio)


“No hay una sola idea original en Telar Chardin, hay sólo una terminología nueva, bastante pedante”.
(R. P. Castellani)


“El MODERNISMO o naturalismo religioso. (...) Distingamos en él la raíz, el ramaje y el tronco central. La raíz es el naturalismo, que se puede remontar en la historia de las herejías hasta donde uno quiera: hasta el monje Pelagio, que tanto dio que hacer a San Agustín –pasando por Baius, Renan, Loisy. El conjunto constituye una herejía total, “el resumen de todas las herejías”, dice Pío X; “el error que será del Anticristo” dijo Newman, en 1836 –que lo llamaba entonces “liberalismo religioso”. El “dogma” central es que no hay que abandonar ni cambiar el Credo, el Misal y el Breviario; sino conservándolos poner debajo un significado nuevo” –dijo Samuel Butler (el novelista) hábil escritor y su mayor propagandista; o sea, hablando en plata, vaciar el dogma cristiano, conservando los nombres, de su contenido sobrenatural y sustituirle solapadamente un contenido natural: o sea, transformarlo en “mito”. ¿Qué contenido? En diversas formas, a veces muy solapadas, la adoración del hombre.
La verdad central del cristianismo, la Encarnación, está invertida: en vez de “Dios se hizo hombre” – “El Hombre es Dios”. No otra cosa se oculta, por ejemplo, en el fondo de Telar Chardón. Y en su carta tan explícita a un dominico apóstata (citado por Meinvielle, “La cosmovisión de Telar Chardón”, Theoría, 1966) dice que no hay que salirse de la Iglesia sino transformarla desde adentro –es decir, envenenarla”.
(R. P. Castellani – Jauja n 7 Julio 1967)


“La vida viene del átomo de hidrógeno, toda la creación al principio consistía en puros átomos de hidrógeno, dice Telar Chardón; ¡ah! Pero esos átomos estaban impregnados de Dios; y por eso evolucionan; y Dios también evoluciona.
De modo que antes decíamos al fin de la misa: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios y el verbo era Dios” y ahora tendríamos que decir, por mandato de la Ciencia, (¿qué Ciencia?): “En el principio era el hidrógeno atómico, y el hidrógeno atómico estaba con Dios y el hidrógeno atómico era Dios”. Justamente con el hidrógeno atómico hacen ahora una bomba infernal, que dice la revista de marras, tiene mil veces la fuerza destructiva de la bomba de Hiroshima. El Diablo se burla de nosotros; y yo me vengo burlándome de la ciencia del Diablo. Me avergüenzo un poco de ser tan poco científico; pero ellos en el fondo dicen esto”.
(R. P. Castellani –“Domingueras prédicas”, págs. 49-50).


“La Iglesia ha durado 2000 años; ahora debe cambiar, más aun, está cambiando; estamos en el tiempo de la muda, y yo soy el primero que se ha dado cuenta” –decía Telar Cardón. Pero la “muda” de las culebras consiste en que dejan una piel vieja pegada a un árbol (“la camisa”, llaman los paisanos) y salen con una camisa nueva enteramente idéntica a la otra; y aquí no, la Iglesia tiene que salir con una camisa de todos colores si es que tenía una camisa blanca; o viceversa.
De manera que la famosa “sumisión” de Telar a las autoridades religiosas, con la cual sus discípulos lo convierten en un santo y aun en un mártir, es filfa. Telar decía: “Yo soy hijo de la Iglesia y no saldré della; y obedezco al Papa”. Pero lo que pensaba conforme a la práctica de los “modernistas” de principios de siglo, era esto: “Yo soy hijo de la Iglesia, pero no desta Iglesia viejita; yo obedezco al Papa, pero no a este Papa sino al que vendrá, que será telardiano-cardiniano”. Aquí parezco mentiroso; pero esto es literalmente verdadero, y ha sido puesto en claro en la interminable discusión que vige ahora en Francia acerca de Telar Cardón”.
(R. P. Castellani, “Domingueras prédicas”, Págs, 219-220)


“Teilhard de Chardin sostiene que la Parusía o retorno de Cristo no es sino el término de la evolución darwinística de la Humanidad que llegará a su perfección completa necesariamente en virtud de las leyes naturales; porque la Humanidad no es sino “el Cristo Colectivo”. La doctrina enseña que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo; pero si toda la Humanidad lo es, huelga el Juicio Final, el cual en efecto, según el paleontólogo nombrado, no es sino “el final de la Evolución”; donde de necesidad algunos tienen que llegar cola; y eso es el Infierno –según él...Pone una solución infrahistórica de la Historia; lo mismo que los impíos “progresistas”, como Condorcet, Augusto Comte y Kant; lo cual equivale a negar la intervención sobrenatural de Dios en la Historia”.
(R. P. Castellani – “El Apokalipsis de San Juan”, Cuaderno III, Excursus N – Actualidad del Apokalipsis)


“No me manden más noticias deste o estotro disparate dicho por este o estotro sacerdote, quier sea profesor o Doctor Pseudo. Sabemos que la Fe anda con viruelas; y Dios quiera queden sólo los hoyitos y no se complique con estrangurria. Unos cuantos clérigos andan debitando los reviejos errores, sofismas y herejías de la exégesis alemana racionalista (atea) del siglo pasado. Se han caído del nido y ahora han ido a tropezar con Strauss, Schweitzer, y sus secuaces Renán, Loisy, Telar. Incluso en el Seminario parece haber docentes que son verdaderos TRAIDORES a la Iglesia, a la vez que prodigiosos ignorantines. Dan como la última palabra de la ciencia gansadas que nunca fueron ciencia y ahora no son ni opinión ni curiosidad tan siquiera. Es ganseidad en grado mayor”.
(P. Castellani –Jauja nº 29, Mayo 1969)


“El ensayo (de Etienne Gilson) sobre El caso Teilhard de Chardin es un modelo de claridad y delicadeza. Gilson profesó por el jesuita la mayor estima y respeto como hombre y como sacerdote; y narra que habiéndose encontrado con él en New York en 1954, el paleontólogo, poniéndole ambas manos sobre el brazo, le dirigió una pregunta que sumió a ambos en el embarazo. “¿Quién nos dará por fin ese metacristianismo que esperamos todos?” –Yo mismo, era ya su convicción secreta en aquel tiempo, estimo yo.
Gilson dice que no se puede resumir ni refutar la “doctrina” de Telar, puesto que no existe. Existen rapsodias más bien poéticas con una terminología rara (endiablada) que traducen una experiencia “incomunicable” del propio seudoprofeta, combinada para él solo con su fe católica, Dios sabe cómo. No es ciencia, no es filosofía, ¿será teología? Será si acaso una teología “fantástica”, como el mismo Telar la califica (Ver Cuenot, Teilhard de Chardin, Le Seuil, año 1963, pág. 142). Pero la teología cristiana es “la ciencia más exacta de todas las que tratan de l concreto” (San Agustín); no más exacta por cierto que las matemáticas y la filosofía, ciencias de lo abstracto. ¿Cómo demostrará Telar las extrañas proposiciones de su teología “fantástica”? No con las paleontología o la biología, que aquí nada valen. No es ciencia, no es filosofía, no es teología. No es doctrina.
Para los telardianos es revelación, es un metacristianismo. El meta los va a salvar en la hora de la muerte, porque el cristianismo va a estar ausente.
(P. Castellani, Jauja nº 20, agosto 1968)


“A causa del ensayo del P. Luzzi S. J., ¿Mundo y Dios en controversia?, publicado por la revista paulina Familia cristiana de abril de 1968 y del artículo de Guy Vidal O.F.M. L’Experience décisive de Teilhard, aparecido en la Revista Antoniarum de Roma, en su entrega de enero-marzo de 1968, nos ocuparemos de Telar de Chardón, pero por última vez porque para la Argentina ya bastan el gran libro del P. Meinvielle (Teilhard de Chardin o La Religión de la Evolución), el libro de Philippe de la Trinité (Foi au Christ Universel), el sabio opúsculo de Dom Fréneau, bien prolgado por Mons. Derisi y el Monitum de la Santa Sede del 30 de junio de 1962.
(...)
Escribir sobre Telar Chardón en la Argentina ignorando al P. Meinvielle es descaro, ignorando el Monitum pontificio, es inobediencia. Aviada está la familia cristiana con la “entrevista” a Luzzi, S. J....Con esto bastaría. Pero...
El trabajo deste “Profesor de Teología del Máximo” constituye un intento de presentar a Telar en forma sinóptica y panegírica, para uso de la familia cristiana indefensa, a la cual la parta un rayo, si se fía de las “Paolinas”.
El ensayo Luciano está bien escrito, en lo posible; pero adolece de ambigüedades y aun errores, como declaró la Congregación de la Fe de su declamado maestro. No es el discípulo más que el Maestro; cuando mucho, es más parlero. Todos estos que exponen con entusiasmo a Telar Chardón son parleros, como lo fue él. Mas si uno sabe verdades, puede presentarlas en breve espacio, y en proposiciones breves y claras, como podía Tomás de Aquino. Todos éstos son oradores, no hombres de ciencia. No es hombre de ciencia Telar Chardón, pues no sabe exponer claro, conciso y consistente, sin anfibologías; cosa que confiesa el mismo Luzzi. No es hombre de ciencia teológica; ahora, de ciencia paleontológica...tampoco.
Si Luzzi dijera palmariamente: “Nuestro Dios es un dios que se hace”, saltaría a los ojos una herejía patente y no nueva; pues se puede rastrearla en la historia de la Iglesia casi hasta San Ireneo de Lyón.
Pero no lo dicen así: lo dicen amontonando la Cristogénesis, la centreidad, la morfología, la superconciencia, el punto Omega, el espaciotiempo de forma cónica, la noosfera y cien más. Así, que te entienda Vargas.
Las “ambigüedades” hormiguean en este escrito. Tomemos un ejemplo: Telar y su heraldo llaman conciencia a la afinidad química de los minerales, a los tropismos de las plantas, a la percepción del animal y a la conciencia del hombre; y por si fuera poco, también al hecho –si es hecho- de que, “el portuario de Londres, el de Buenos Aires, del de Santa fe reaccionan del mismo modo (¿). Hay algo que los hace manifestarse así, hay una conciencia común... ¿No notamos en esto una unificación de las conciencias?”. O sea una “superconciencia” destinada a unificarse en un bloque e ir a parar al Punto Omega en forma cónica.
Esto pasa ya de ambigüedad, es un bruto sofisma. El profesor dice que es “Analogía”. Nones. Es un bruto equívoco, es equivocación. Nos toma por memos.
Y así se podrían traer seis “ambigüedades” más. Como la que el “espacio-tiempo-energía” (Trinidad chardoniana) tiene necesariamente forma de cono. Risum tenete amici.
Ellas tiran a persuadir que en la Iglesia hay y había muchas cosas mal, que una buen inyección de Telar curaría como por ensalmo. Los que se opongan a eso, el Luzzi los amenaza con una cantidad de males, que resumiremos en esto: se quedarán atrasados en las tinieblas de la Edad Media y no podrán convertir a los obreros –de los cuales Telar y el Luzzi deben haber convertido millares-; mientras los que se incorporan al movimiento gozarán de una cantidad de bienes tal que recuerdan el aria del Ciarlatano en L’Elixir D’Amore de Donizzeti.
Sigue una charanga entusiasta acerca de un descubrimiento flameante de Telar Chardón (éste es su nombre español, créanme, así lo hubieran llamado Cervantes y Luis de Granada) a saber que: “el cristiano debe morir y resucitar”, lo cual la Iglesia había predicado desde San Pablo; pero con más gracia está en Telar, pues en él significa que uno debe “sumergirse en el mundo” y si ya está sumergido –como dice Luzzi que él está- patalear enérgicamente en todas direcciones, sin moverse del “Máximo”.
No se puede considerar este difícil parto sino humorísticamente si no fuera por los daños que tales lucubraciones –descaradas para la Argentina e inobedientes hacia la Santa Sede- pueden producir en la Familia Cristiana y en las pobres Paolinas”.
(P. Castellani. Jauja nº 18, junio 1968)


“El largo “trabajo” (50 págs.) del franciscano Vidal es de otro intento. Se propone examinar una oscura “experiencia decisiva” de Telar Chardón, a través principalmente de dos obras juveniles: Genese D’une Pensee y Ecrits du temps de guerre, correlacionados con sus obras posteriores, de modo que den también un esbozo de su total “doctrina”; que también confiesa el discípulo es difícil, confusa y anfibológica, en cuanto a la terminología al menos.
El intento directo del “trabajo” es persuadir que Telar fue un hombre espléndido, superior e integérrimo. Nosotros diríamos más bien acérrimo, por la experiencia de dos años en que fuimos sus vecinos y ni nos saludaba. Lo echamos entonces a buena parte, achacándolo a que era francés y yo extranjero; y acogiéndome al epigrama español:

San Luis Rey de Francia es
El que con Dios pudo tanto
Que para que fuese santo
Le perdonó ser francés,

pero el caso es ahora que a través de la tercera parte del...”trabajo”: Telar y la mujer...no nos parece tan santo.
Dando de barato que fue un hombre honrado –de lo cual nos alegramos- no se sigue que tenga buena doctrina. Al revés, este trabajo está plagado de “ambigüedades y errores”; aunque no tan chillones como en el anterior.
No seguimos al franciscano en los interminables mordisquitos que hace en las obras de Telar encomillándolos -¡lástima de tiempo perdido!- por mor de la brevedad. Baste decir que las dos primeras partes (1.El Sacerdote y el Soldado y 2. El Sacerdote y la acción de los hombres) nos dejan más convencidos de lo que siempre pensamos, a saber: que se trata de un poetastro nebuloso con mala doctrina, ni hombre de ciencia, ni filósofo, ni teólogo ni maestro.
La tercera parte El Sacerdote y la Mujer nos da un poco en el estómago.
El autor examina un escrito de juventud: L’Eternel feminin et l’Unitif acerca de “Lo Esencial Femenino, lo Universal Femenino, lo Ideal Femenino, lo Eterno Femenino, la Fémina principio de cristificación” omitiendo cuidadosamente el texto más comprometedor para Telar que ha sido propalado otronde; y, ni qué decir, omitiendo también el Monitum de Roma. De lo que se queja un telardiano yanqui diciendo que los autores (telardianos) sin duda tienen conciencia de que la mayor parte de la información en este punto la han pasado en silencio; lo cual tiene desventajas obvias; incluso “deslealtad”.
Lo que nos dan no es poco: “Como ni de luz, de oxígeno o de vitaminas, el hombre (ningún hombre) puede prescindir de la Mujer” en Le feminin ou L’Unitif, pág. 255; y en el libro Ecrits du temps de guerre hace decir al “Eterno Femenino”: “Yo soy la Iglesia, esposa de Jesús; yo soy la Virgen María, Madre de todos los humanos”.
La única vez en todas las obras de Chardón que tropezamos con el Santo Nombre de María; para convertirla en una entidad abstracta, y pagana; inventada por el pagano francmasón Goethe.
(...) En suma, las lucubraciones de Telar acerca e La Mujer Eternal constituyen una especie de divagación romántica –trovadoresca- patafísica que repele un poco a un sentido sano; el cual sin poetizar la Mujer en general, respeta más a las mujeres particulares que estos religiosos atacados de erotismo patafísico.
Y pues que Telar Chardón enseña que “la castidad debe evolucionar” y debe ocuparse de “cristificar a todos” hemos querido cristificar desde nuestra castidad común y anticuada a estas dos mentes poco castas –intelectualmente, ojo- es decir, un poco turbias.- de lo otro no sabemos nada”.
(P. Castellani. Jauja nº 18, junio de 1968)


“Marx, Freud y Telar Chardón no son la última herejía, pero son quizás fragmentos anticipatorios. Así lo dice Hillaire Belloc en “Survivals and News Arrivals” de los dos primeros. Por diferentes que sean, hay entre ellos cables secretos. De hecho Telar aprueba a Marx, y ve al marxismo, como uno de los movimientos hacia su “Cristo Cósmico”; y Freud suscita entusiasmo en los activos demoledores actuales de la antigua Tradición y Religión Occidental –o Universal, para ser exacto.”
(Padre Castellani, “Freud en cifra”, Ediciones del Buen Ladrón)


En una carta fechada el 9-V-51, Castellani escribe a un sacerdote sobre el evolucionismo teológico y la coincidencia de Lombardi con Teilhard de Chardin: “Acabo de leer cuatro opúsculos de Teilhard de Chardin... netamente heterodoxos, aunque revestidos de una fosforescencia de cristianismo sublime; y no digo que son solamente heterodoxos sino clamantes por el Anticristo y anticipándolo con una gran fuerza intelectual y volitiva: con una especie de mística indubitable. Este hombre se me hace un pseudo-profeta de los vaticinados por Cristo Nuestro Señor. Son palabras mayores: ojalá me equivoque. Se puede dar la mano con el famoso Padre Lombardi. Es muy posible que el Lombardi lo haya ayudado con su prestigio en Roma, pues el francés fue llamado a Roma por Janssens (el entonces General de los jesuitas) y salió triunfante.”
No le resumiré a usted la nueva religión semi-panteista y semihumanitaria-progresista e idolátrica (es Modernismo puro) que este predica (con indudable fuerza, no hay como negarlo: in potestate Satanae, con el poder de Satanás) para poner en su cima lo que él llama el Cristo Universal, un fantasma de un Cristo sincrético de todas las religiones, y despojado de su dignidad trascendente, y sobre todo de su Segunda Venida: piedra de toque infalible de todas las herejías contemporáneas.
El opúsculo más importante se titula: Comment Je Crois y constituye, con pretexto de una confesión personal de la fe, una verdadera deducción trascendental de la nueva religión paracrística (anticrística).
(P. Castellani, “Psicología humana”).

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“La tentativa de Teilhard, en su mera intención, no deja de ser peligrosa. Porque la ciencia actual no puede considerarse totalmente independiente de la filosofía moderna, la cual, como es sabido, es positivista, idealista y evolucionista. Querer entonces conciliar en una síntesis dos concepciones que se han de oponer necesariamente en muchos puntos fundamentales, no deja de ofrecer serios peligros. Estos se agravan considerablemente, si tenemos en cuenta que así como Teilhard tenía gran dominio y autoridad en el terreno científico –particularmente en la paleontología-, tenía muchísimo menos, y aun mejor diríamos, tenía deficiente formación en filosofía y teología (...) La síntesis teilhardiana debía resultar confusa, y como tal, un semillero de equívocos y errores que habían de provocar violenta reacción en los filósofos y teólogos católicos”.
(R. P. Julio Meinvielle – La cosmovisión de Teilhard de Chardin – Bs. As. 1960)


“Por otra parte, se ha de reconocer que a través de lo que surge de sus obras, no parece grande su saber filosófico y teológico. Al contrario, era deficiente y más bien negativo. Un impulso monista, es decir de querer explicarlo todo con un solo principio, mueve su actividad intelectual. De aquí, nada ha de extrañar que su cosmovisión, examinada objetivamente y a la luz de la filosofía y de la teología Católica resulta suma y gravemente censurable”.
(R. P. Julio Meinvielle – La cosmovisión de Teilhard de Chardin – Bs. As. 1960)


“El gnosticismo de Teilhard de Chardin ha sido ya denunciado por voces autorizadas. El sabio teólogo e historiador Mons. André Combes ha formulado su denuncia en un magnífico artículo, A propos de theodicée teilhardienne, aparecido en diciembre de 1965 en “Les Etudes Philosophiques” y reproducido en “La Pensée Catholique”. Allí, después de demostrar Mons. Combes, cómo el Cristo cósmico, que constituye la pieza clave de todo el sistema teilhardiano, hay que entenderlo en toda la fuerza de su palabra como de un verdadero pancristismo, como una conjugación orgánica y total del universo evolutivo en un solo ser y sustancia con Cristo, de suerte que Cristo habría asumido una tercera naturaleza, ni humana ni divina, sino cósmica, pasa a señalar influencias que habrían producido en Teilhard este gnosticismo.
(...)
Un estudio sobre “El gnosticismo de Teilhard” ha publicado la revista “Aujourd’hui Québec”, de J. M. Jourdain. Allí se advierte que en el sistema teilhardiano, “de entrada, nada de Creador, sino el caos, el gran todo, la materia indeterminada, receptáculo infinito de los posibles. Interdicción de razonar, de buscar las razones del Ser, la causa de los seres. Y el gran todo informe se determina progresivamente, por sí mismo, por empuje interno, virtud intrínseca; los seres formales proceden espontáneamente, cada vez más perfeccionados”. “Lo más emana de lo menos, gracias a la mutación. Y el escalonamiento de las mutaciones constituye la evolución –evolución que se hace funcionar como se puede”.
Y añade Jourdain: “He aquí el credo esencial de la contrarreligión. He aquí el fondo común de la Cábala, del esoterismo, de la “metafísica” de René Guénon, de la gnosis, de la francmasonería, de la teosofía, del panteísmo. Se dice: el mundo tiene unidad, de otra suerte sería ininteligible; esta unidad excluye todas las dicotomías –por ejemplo, materia y espíritu, materia y vida, naturaleza y gracia- y no admite ninguna intervención intrínseca. Nada más que la nueva inmanencia, y el progreso por grados. Así, el mundo sube irreversiblemente, se diviniza –la evolución se hace Dios”.
“Y la moral sigue la cosmogénesis. Quien se ama con todo su yo soberbio y gozador, ama al mundo y quien ama al mundo con su más ardiente concupiscencia entra en el movimiento evolutivo, y empuja allí con su entera energía, se esfuerza, con tanto fervor cuanto el mundo está a punto de llegar a su plenitud efectuando su mutación definitiva”.
(...)
En mi libro Teilhard de Chardin o la religión de la Evolución he demostrado abundantemente con citas tomadas de las principales obras teilhardianas cómo los misterios cristianos no serían la respuesta de amor del Creador a la insolencia de la creatura libre, que había quebrantado el orden de la creación, sino que estarían determinados de un modo fatalista y necesario, por la exigencia de la evolución convergente, que pediría un universo con una cabeza y no bicéfalo. Y por lo mismo, con el Cristo cósmico por coronación. Así, la Creación, la Encarnación y la Parusía serán tres momentos de un mismo y único progreso evolutivo.
Tanto la Cábala como los distintos sistemas gnósticos nos dan una explicación del mundo y del hombre que no la hacen derivar de un plan que, escogido entre muchos otros posibles, haya querido Dios libremente llevar a la ejecución. Las cosas se desenvuelven por la fuerza intrínseca de ellas mismas en un ritmo riguroso y fatalista, que se enriquece por el proceso acumulativo mismo, y que además enriquece a Dios. Además, tanto la Cábala como los sistemas gnósticos, miran no tanto la perfección de Dios, de donde por misericordia y amor sale el universo, para retornar a El después de un período de prueba, sino que miran a la Perfección de Dios enriquecido y acabado con el universo que se le incorpora y que se hace una cosa en El. En estas gnosis, la creatura se perfecciona y se libera por el propio esfuerzo y perfecciona y libera a su Creador. Tales condiciones se cumplen rigurosamente en el evolucionismo convergente de Teilhard de Chardin”.
(R. P. Julio Meinvielle, De la Cábala al Progresismo, Ediciones Epheta, Buenos Aires, 1994)


“Si el constitutivo más profundo de la realidad, no es el ser sino el unir, la esencia de Dios no ha de consistir tampoco en el Ser, el Esse Subsistens, sino en el unir. Dios mismo “no existe más que uniéndose”, afirma Teilhard. Vale decir que Teilhard destruye el recto concepto de Dios. Dios no sería Actualidad Pura. Porque si su existir es unirse quiere decir que previamente se halla en estado de desunión, de disociación. Se halla de algún modo en potencia.”
(R. P. Julio Meinvielle, La cosmovisión de Teilhard de Chardin)


Teilhard mezcla su fe cristiana con elementos imaginativos que considera adquisiciones científicas y conclusiones de una nueva metafísica. La evolución que había comenzado en él por ser una verdad biológica acaba por ser una verdad metafísica”.

(R. P. Julio Meinvielle, La cosmovisión de Teilhard de Chardin)


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“Teilhard ha escrito una enorme mole de obras, que comprenden memorias científicas, libros de mística, de filosofía y teología, ensayos sobre problemas de actualidad, artículos, conferencias, epistolarios y diarios. Y el volumen de sus escritos y el campo de intereses que abarcan revelan la actitud de quien, convencido de su valor, no vacila en descender a todos los terrenos, seguro de poder decir en todos ellos una palabra decisiva. De muchas de sus páginas resulta evidente su entusiástica certeza de que su pensamiento estaba precisamente “en el eje de la verdad” necesario a los hombres de su tiempo, y que, por ello un día, el mundo entero le habría escuchado...por ello defiende sus posiciones aun cuando están claramente en contraste con la posición oficial católica, convencido de que un día tendrán que darle la razón (...) La angustia y la incertidumbre lo asediaron constantemente. En su vida se suceden saltos y caídas, valor y vacilaciones, zonas de luz y de sombra, iniciativas impetuosas y bruscos retrocesos por miedo a las consecuencias”
(Sergio Quinzio, Cit. por Enrique Díaz Araujo en “La Rebelión dela Nada”)


Esta dualidad entre la angustia y la exaltación él la resuelve con el activismo intelectual, que se centra en un monoideismo absoluto y compulsivo. Es la idea, transfigurada, de la evolución. Como lo dice en “Ciencia y Cristo”: “la religión misma de la evolución, la religión del progreso.”. ”
(Enrique Díaz Araujo, Ib.)


“Con el caso de Teilhard es ya mejor no insistir. En sólidos y fundados trabajos, Maurice Vernet, Julio Meinvielle, Louis Bounure, Urs von Balthasar, Romano Guardini, Marcel de Corte, Dom Georges Frénaud, M. L. Guérard des Lauriers, Louis Jugnet, Patrick O’Connel, Atanasio Aubertin, Louis Salleron y tantos más, han pulverizado desde distintos ángulos de enfoque la “cosmovisión” teilhardiana. La Iglesia censuró su obra con la advertencia del 6 de diciembre de 1957 y con el “Monitum” del 30 de junio de 1962. ¡Y todo eso ha sido ignorado y violado, respectivamente, por sus devotos seguidores! Quizás lo único que queda por hacer en esta materia es lo que hace Salet quien, en un libro de 454 páginas sobre la problemática presente del evolucionismo, sólo le dedica una a Teilhard de Chardin, y para afirmar que a esa persona no se le puede conceder beligerancia científica”.
(Enrique Díaz Araujo – Más sobre evolucionismo y fraude. Revista Mikael N 9, 1975).


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“La Iglesia Católica fue creada por Nuestro Señor Jesucristo para que fuera el fiel custodio de las verdades reveladas y de todas las que, fundadas en ellas, constituyen el cuerpo dogmático. Para que esa fidelidad no flaqueara a raíz de las humanas debilidades de sus servidores, Cristo la dotó de una asistencia sobrenatural, que se manifiesta en su vida sacramental y en el carácter infalible del Magisterio de Pedro para todo cuanto se refiere a la fe y las costumbres.
La Iglesia adoptó como centro de su irradiación la ciudad de Roma, y con ella tomó su idioma, el latín, y todo el esfuerzo cultural que la latinidad había extraído de Grecia para convertirlo en instrumento idóneo de su faena educativa. La filosofía helénica, asumida a la luz de las verdades reveladas y volcados sus contenidos conceptuales en el preciso idioma del Lacio, se convirtió en el mejor elenco nocional para comprender las verdades teológicas.
Se corre un grave peligro cuando, tentados por formas de expresión extrañas al espíritu de la tradición católica romana, se abandona el método escolástico –llevado a su perfección por Santo Tomás de Aquino- y haciendo caso omiso de las precisas distinciones hechas en las diversas ramas del saber, se mezclan las perspectivas de conceptualización con el deseo de lograr una vaguedad lógica propicia a la exaltación de la fantasía.
Con demasiada frecuencia se suele tomar el desorden de la imaginación por eso que en la lengua bárbara de nuestro tiempo se llama “vivencia”, tal vez porque traduce, junto con la labor intelectual de comprensión, la conmoción de los afectos que tales representaciones provocan. Teilhard de Chardin fue un maestro en ese tipo de confusiones; y porque supo, como muy pocos, despertar un cúmulo de emociones turbias, se convirtió en el profeta de todos aquellos que confunden el bien del intelecto con una suerte de heretismo sentimental”.
(Rubén Calderón Bouchet – Teilhard y el Infierno - Blog de Cabildo)


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“Ya reconocéis la famosa “energía creadora” de Bergson y la no menos famosa “emergencia de la consciencia” de Teilhard de Chardin. ¡Todas estas bellas figuras, Bergson, Teilhard, Maritain, han dominado y corrompido el pensamiento católico durante largas décadas!”
(Mons. Marcel Lefebvre – Le destronaron. Del liberalismo a la apostasía. La tragedia conciliar. Roma Aeterna, 1987)


La cima del delirio evolucionista es alcanzada con el padre Teilhard de Chardin (1881-1955) quien afirma, en nombre de una pseudociencia y de una pseudomística, que la materia se transforma en espíritu, la naturaleza en lo sobrenatural, la humanidad en Cristo: triple confusión de un monismo evolucionista inconciliable con la fe católica”.
(Mons. Lefebvre – Ibid.)


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Una confusión perpetua existe en su espíritu entre la investigación científica y la especulación metafísica. Su visión baraja la causa y el efecto, el hecho y la hipótesis, el problema y la solución. La Evolución es, en él, una verdadera categoría mental. ¿Cómo dudarlo cuando declara que la Evolución es “una condición general a la que deben plegarse y satisfacer en lo sucesivo, para ser pensables y verdaderas, todas las teorías, todas las hipótesis, todos los sistemas? Una luz que ilumina todos los hechos, un curvatura con la que deben casar todos los trazos: he aquí lo que es la Evolución”.
(Louis Salleron – En contra de Teilhard de Chardin . Ed. Pomaire, 1967)


“Si Teilhard no fuese más que un paleontólogo, no sería más conocido del público que los otros paleontólogos. Su obra interesa porque es, quiere ser, científica y religiosa, científica y cristiana. Es esta mezcla de ciencia y de fe lo que llama la atención. Y, como la obra tiene un nuevo son y el cristianismo que presenta no es aquel al que estamos acostumbrados, el problema se plantea naturalmente. El cristianismo de Teilhard ¿es “ortodoxo”? ¿Es auténtico?
(...) Nos planteamos la pregunta: esta visión ¿es cristiana? Y contestamos: no. Seguro que, si nos atuviéramos únicamente a la intención del autor, si solamente nos dejamos impresionar por sus imágenes, sus espejismos, sus efusiones e incluso por ciertas ideas, ciertas orientaciones, ciertos desarrollos. Pero, tomada en su intuición profunda y en su coherencia interna, la obra se sitúa al margen del cristianismo y, lo repetimos, al lado opuesto del cristianismo.”
(L. Salleron – Ib.)


“Cuando el P. Philippe de la Trinité dice que el teilhardismo es “una trasposición, una deformación del cristianismo metamorfoseado en evolucionismos de tipo naturalista, monista y panteísta” formula muy exactamente el juicio que implícitamente se forma de la obra de Teilhard no importa quién haya leído tan sólo una o dos de sus obras”.
(L. Salleron – Ib.)


“Blondel, piénsese lo que se piense de sus propios puntos de vista, denuncia pertinentemente en Teilhard la confusión de la fe y de la ciencia, de lo sobrenatural y lo natural, de Cristo y el Universo. Es tanto más impresionante, cuanto que él es el filósofo más próximo a Teilhard y que sus reflexiones datan de 1919 y se refieren a una obra que está muy lejos de haber adquirido todo su desarrollo. Pero este desarrollo irá siempre más allá en el mismo sentido que inmediatamente resultó sospechoso para Blondel”.
(L. Salleron – Ib.)


“De modo que, para Teilhard, basta creer en el Mundo, abandonarse al Mundo, para ser cristiano perfecto. De ahí deriva esta profesión de fe célebre: “Si, a consecuencia de algún trastorno interior, llegase sucesivamente a perder mi fe en Cristo, mi fe en un Dios personal, mi fe en el Espíritu, me parece que seguiría creyendo en el Mundo. El Mundo (el valor, la infalibilidad y la bondad del Mundo), tal es en último análisis la primera y la única cosa en la que creo...A la fe, confusa en un Mundo Uno e Infalible, me abandono hasta donde ella me conduzca” (Comment je crois).
Religión del Mundo, de un Mundo en evolución que debemos acabar por consentir a Cristo que se acabe en él, he aquí el cristianismo de Teilhard”.
(L. Salleron – Ib)


“Se concibe que el Santo Oficio haya creído necesario emitir una “advertencia” –el famoso Monitum de 13 de julio de 1962- sobre las obras de Teilhard. “Hormiguean en ella, dice, tales ambigüedades e incluso errores tan graves, que ofenden la doctrina católica”. Juicio de expertos que se une al de los simplemente bautizados. Juicio de sentido común y, en cierto sentido, indulgente, puesto que no condena expresamente a Teilhard. Juicio, no obstante, que rechazan con altivez los católicos fanáticos del teilhardismo”.
(L. Salleron – Ib.)


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“La teología tradicional era, obviamente, teocéntrica. Por presión del pensamiento moderno la nueva teología (...) pasa a ser cada vez más marcadamente antropocéntrica. Primero fue un énfasis cuyo marco referencial se encuentra en el humanismo integral mariteneano; luego el centramiento en el hombre de las relaciones humano-divinas (teología de la “encarnación” y su cohorte de “desmitificación”, laicización, etc.) con Congar, Chenu, de Lubac y su gran influencia “conciliar” –llamada a menudo “post-conciliar”-. Políticamente, la radicalización de Pacem in terris, Gaudium et Spes y Populorum Progressio. Al fin, concomitantemente, la incorporación de las tesis evolucionistas cuyo profeta fue Teilhard de Chardin, y su desemboque natural en Marx”.
(Abelardo Pithod, La revolución cultural en la Argentina, Cruz y Fierro Editores, 1977)


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“En 1908 un abogado inglés aficionado a la paleontología llamado Charles Dawson encuentra en sus excavaciones en la región de Piltdown, en el sur de Inglaterra, un hueso que identifica como perteneciente a la región parietal del cráneo de un hombre. Continuó sus exploraciones y en 1911 descubre un pedazo más grande perteneciente a la región frontal. Comunicó estos hallazgos a Smith Woodward, conocido paleontólogo y miembro del British Museum, quien se entusiasma con estos descubrimientos y decide unirse a Dawson en las investigaciones. Tiempo después encuentran una mandíbula con los dos primeros molares y a un metro de distancia de este lugar aparece un fragmento del hueso occipital. Deciden incorporar como colaborador a un sacerdote jesuita que era también aficionado a la paleontología y que se encontraba realizando estudios en el colegio de Hastings, perteneciente a la Compañía de Jesús, en Inglaterra: Teilhard de Chardin. Es Teilhard de Chardin quién en 1913 descubre un canino que Woodward atribuye a la mandíbula y además dos huesos nasales. Los huesos del cráneo son indudablemente humanos. La mandíbula era muy parecida a la de un mono, de un chimpancé. El canino, encontrado por Teilhard, se parece mucho más al de un mono que al de un hombre. Los molares que aparecían fuertemente desgastados son muy parecidos a los del chimpancé. A pesar de esto Woodward estimó que todos estos restos fósiles pertenecían a un mismo individuo, al que consideró el eslabón perdido de la cadena evolutiva del hombre al mono y lo llamó eoanthropus, forma de la aurora de la humanidad (Teilhard de Chardin va a citar al eoanthropus como antecesor del hombre en su libro “L’Aparition de l’homme” publicado en 1948). Estos restos fósiles estuvieron exhibidos en el Museo Británico hasta 1958 como pertenecientes a un antecesor del hombre actual.
Cuarenta años más tarde, un antropólogo de Oxford llamado Weiner, condujo una serie de estudios con rayos X, instrumental óptico adecuado y un análisis minucioso de anatomía comparada, los que finalmente demostraron que los huesos del cráneo pertenecían a un hombre contemporáneo y la mandíbula es de un mono grande moderno. Estos huesos fueron teñidos artificialmente con dicromato de potasio para darles un aspecto de viejos y el desgaste de los dientes había sido hecho con una lima de hierro. Estas piezas habían sido datadas como muy antiguas por habérselas encontrado en el mismo nivel geológico que unos huesos de mamíferos muy antiguos, pero se pudo demostrar que los dientes de un elefante primitivo provenían de un yacimiento paleontológico de Túnez y los de un hipopótamo de la isla de Malta. Todo es falso en el hombre de Piltdown. (Nota: un artículo publicado en Science septiembre de 1983 vincula a Conan Doyle como artífice de este fraude. Parece que quería hacerle una broma Dawson y pensó que una cosa tan burda sería rápidamente descubierta).”
(Horacio Boló, Límites y mentiras de la ciencia, Editorial El ciento por uno, Buenos Aires, 2006)


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“(¿Es usted católico?) Sí, lo soy. Pero católico ultramontano. Soy papista, pero más papista que el Papa, que es como se debe ser. Católico preconciliar, de la época en que se llamaba al pan pan y al vino vino y Adán era Adán y no una ameba dialogante inventada por Teilhard de Chardin”.
(Ignacio B. Anzoátegui)


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“Es de notar que el Padre Chardin gusta a los adversarios más decididos del Catolicismo tradicional: francmasones, comunistas, tecnócratas y financieros incrédulos. Abiertamente es elogiado por ellos. El Padre en toda su construcción desbasta la doctrina cristiana, identifica a Dios, a la naturaleza y al hombre en un claro panteísmo”.
(Adriano Pietra. “Liberalismo. Principios y fenomenología”, Ediciones Gráfica Sur, 2004.)



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“Abundando en esta euforia panevolucionista, numerosos autores (haciendo prueba de ligereza o de ignorancia del carácter experimental de las Ciencias Naturales) no dudan en presentar el evolucionismo, no como una teoría, sino como un hecho científicamente comprobado (p. ej. J. Huxley). Esta idea ha sido ampliamente orquestada por los medios de comunicación y por libros de enseñanza a diversos niveles. Pues la pericia y hasta la sabiduría en determinadas especialidades no excluyen el papanatismo frente a una campaña mundial panevolucionista o frente al ilusionismo “científico” de un Teilhard de Chardin.”
(Julio Garrido, de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España. “Implicaciones y consecuencias de la teoría de la evolución”, Revista Roma Nº 65, octubre 1980.)


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“Ejemplo típico del deseo neomodernista de transformar a la Iglesia desde su interior, es el de Teilhard de Chardin. En carta a un sacerdote dominico apóstata, amigo suyo, a poco de conocida Humani Generis, Teilhard explica cuál es su motivo y su intención para permanecer dentro de la Iglesia católica (...) Observamos cómo Teilhard insiste en la necesidad de “trabajar en la reforma por dentro”. El dualismo de su actitud ha dado pretexto a muchos de sus admiradores para “salvar” al hombre Teilhard de sus ambigüedades y errores, tantas veces denunciados. Sin embargo, éste no es el único hecho que pone en tela de juicio su espíritu de obediencia y su rectitud sacerdotal y cristiana. Dos testimonios independientes y autorizados ponen en evidencia que Teilhard nunca respetó la prohibición formal de su superior de no dar a publicidad sus escritos. El P. Garrigou-Lagrange, en su libro “La Synthèse Thomiste” critica el modernismo contenido en escritos de Teilhard que circularon durante los últimos veinte años de vida de su autor, sin firma y a mimeógrafo. Por su parte, el P. Leonardo Castellani, en 1950 (en su libro “Cristo vuelve o no vuelve”, p. 15) ya afirmaba: “Quien dudare de esto [de que se está formando ante nuestros ojos una nueva y vasta religión herética] puede leer las obras de [...] o recurrir a los numerosos opúsculos a mimeógrafo y sin imprimatur del P. Teilhard de Chardin; principalmente Comment je crois, Esquisse d’un Univers personnel, LÉsprit de la terre, Comment je vois...y otros menores; mezcla de buena ciencia, mala filosofía y teología herética sutilmente paliada; mezcla detonante que constituye un vasto y completo programa de neocatolicismo profundamente heterodoxo y modernista”.
¡Típico ejemplo del dualismo práctico del clan modernista! Por un lado se promete obediencia, no difundir sus escritos, etc.; pero, en realidad, se eluden estas promesas con el subterfugio del “anonimato” que sirve para engañar superiores, pero no para confundir a los discípulos. El “caso” Teilhard se convierte así en prototipo de conducta de todos aquellos que, sin abandonar exteriormente la Iglesia, la han abandonado ya en la intimidad de su conciencia dislocada, para erigirse en reformadores universales y en jueces implacables de sus propios superiores y hasta del propio Magisterio pontificio.
(...) La misma metodología ha sido aplicada en escala internacional y en otros campos que el de la información, a partir del II Concilio Vaticano. La concertación periódica de “diálogos entre cristianos y comunistas” en universidades católicas de Europa y de América ha obedecido a las mismas reglas de juego y a las mismas tesis del progresismo; así se vio al dirigente comunista francés Roger Garaudy intervenir en la Facultad de teología católica de la Universidad de Toronto, en 1965 (...) Así también lo vimos hace pocos años en Buenos Aires, cuando los –por entonces- padres Miguel Mascialino y Juan Pruden S.J. organizaron una serie de conferencias y diálogos sobre Teilhard de Chardin con conocidos militantes comunistas como J. J. Hernández Arregui cuales “ecuménicos” interlocutores; dichos encuentros se realizaron en el Ateneo de la Juventud, propiedad episcopal...hasta que fueron interrumpidos por la sabia decisión de la autoridad eclesiástica”.
(Carlos A. Sacheri, “La Iglesia Clandestina”, Ediciones del Cruzamante, 1970)



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“Mucho más grave es la segunda línea de ataque de la progresía contra la Iglesia: la de la seducción, la del “entrismo” más desvergonzado y flagrante. Comenzó con Lamennais y Le Sillon, a principios del XIX, siguió con el “modernismo” de fines de ese siglo (que estuvo a punto de sumergir a la Iglesia, como el arrianismo en el siglo IV) y culmina con el actual progresismo cristiano, de Teilhard de Chardin a Hans Kung”.
(Aníbal D’Angelo Rodríguez, Testigo de cargo, Revista Cabildo)


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“La versión evolucionista pura afirma en líneas generales que el hombre evolucionó paulatinamente de estados inferiores a estados superiores, hasta pasar de primate a hombre. (...) Resumiendo, la perfección del hombre no se encuentra en sus comienzos, sino que la alcanzará un día como culminación de todo un proceso evolutivo; en términos “cristianos” se lo podría identificar con el Cristo cósmico de Teilhard de Chardin, esto es, con lo que él mismo llamaba Punto Omega de la Evolución: un día, por fin, el hombre llegará a ser perfecto e inmortal, consciente de su propia divinidad.
La Iglesia Católica, por su parte, afirma todo lo contrario. Que el hombre fue constituido desde el comienzo en un estado de perfección natural y sobrenatural: tenía la gracia santificante, la inmortalidad, la impasibilidad, la integridad y el dominio sobre toda la creación inferior; y luego, por su pecado, decayó de esa perfección primitiva y quedó reducido a un estado inferior. El conocimiento perfecto que tenía de Dios se fue degenerando, y de monoteísmo derivó en politeísmo, y luego en demonismo y fetichismo. Todos los males que lo afligen hoy en día no los tuvo en un principio: ni enfermedades, ni muerte, ni dolor, ni pena en el trabajo; no necesitaba de medicamentos, ni de vestido, ni de casa, pues la naturaleza no le era adversa”.
(R. P. José María Mestre, “¿Es compatible la Revelación con la evolución?”, Revista Iesus Christus Nº 124, Julio/Agosto de 2009)


CONDENACION DE LAS OBRAS DE
 TEILHARD DE CHARDIN

1927: Negativa de la Santa Sede para acordar el imprimatur al volumen “El medio divino”.
1939: La Santa Sede condena “La energía humana y el fenómeno humano”.
1949: El Santo Oficio condena “El grupo zoológico humano”.
1957: El Santo Oficio ordena el retiro de las obras de Teilhard de Chardin de todas las librerías católicas.
1962: La Santa Sede publica un Monitum previniendo contra las obras de Teilhard de Chardin.
1962: La Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades de Roma prohíbe a los seminaristas la lectura de las obras de Teilhard de Chardin.
1963: Pablo VI, por voz de su vicario, en su calidad de Obispo de Roma, ordena a todas las librerías católicas de la diócesis de Roma que retiren de circulación no solamente los escritos de Teilhard de Chardin sino también todas las obras que le sean favorables.


MONITUM DEL SANTO OFICIO DE 1962

“Algunas obras del Padre Teilhard de Chardin, aún sus obras póstumas, son publicadas y encuentran un favor no despreciable.
“Independientemente del juicio manifestado en lo que recoge delas ciencias positivas, en materia de filosofía y de teología, aparece claramente que las obras citadas más arriba encierran ambigüedades tales, y asimismo errores tan graves, que ellas ofenden a la doctrina católica.
“También los Eminentes y Reverendísimos Padres de la Suprema Congregación del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios y Superiores de los Institutos religiosos, a los Rectores de Seminarios y los Presidentes de Universidades, a defender los espíritus, particularmente los de los jóvenes, contra los peligros de las obras del Padre Teilhard de Chardin y de sus discípulos.
“Dado en Roma, en el Palacio del Santo Oficio, el 30 de junio de 1962. Sebastianus Masala, Notario”.
El texto latino de este Monitum fue publicado en las “Actas de la Sede Apostólica, nº 54, del 6 de agosto de 1962, en la página 526. Cabe mencionarse que “L’Osservatore Romano” del 13 de julio de 1962 hizo un comentario oficioso de ese documento, en su edición francesa.


Nota:

(*) Ángel Faretta es un crítico de cine, teórico, poeta y novelista muy dotado, y con vastos conocimientos en diversos temas, aunque no muy profundos, que a pesar de su originalidad, valía y lucidez en materia estética (llegando a formular su propia teoría del cine), se ha conformado con compatibilizar su proclamado catolicismo (confundidamente modernista) con el trabajo en publicaciones blasfemas o semipornográficas o judeo-progresistas (algunas de cuyas portadas pueden verse debajo), que, v.gr., a pesar de criticar el famoso “destape” alfonsinista se plegó con su firma a tales publicaciones “destapadas” (coincidiendo incluso en alguna de ellas con la vedette Moria Casán…) sin que hasta el momento se haya visto de su parte una autocrítica al respecto. Evidentemente esta clase de incoherencias obedecen a una confusión en los principios que lo ha llevado, entre otras cosas, a defender a un insufrible hereje y apóstata  como Teilhard de Chardin (o a gnósticos como James Cameron). La fascinación que puede ejercer en los jóvenes –debido a su diferente registro respecto de la masa de críticos cinematográficos-, a quienes ha descubierto una nueva manera de interpretación simbólica del arte y toda una serie de autores interesantes, no debe impedir el que se realice la advertencia pertinente respecto de sus gruesos errores en materia filosófico-religiosa. Su teoría del cine, por cierto, que se propone como toda una teoría del saber (Cinesophia se titula la serie de libros publicados en Djaen, y nuestra advertencia de entonces de que eso podía llegar a ser un “Cinesofisma” no cayó nada bien, claro está), resulta bastante pedante, y el hecho de habernos negado a ser simples repetidores de ella, nos ha costado la “excomunión” de su círculo áulico. Resultado: Faretta siguió publicando libros de cine (editor judío mediante) y nosotros no pudimos llegar al papel, bien que recaímos en este medio, a fin de dar una interpretación lo más católica (que no beata o santulona, desde luego) que hemos podido, del cine. Cada cual sigue su camino. Gracias por los servicios prestados. Por fortuna, a diferencia de Teilhard de Chardin en general, la influencia de Faretta en el medio intelectual argentino es muy pequeña, viéndose reducida a un círculo de seguidores refractarios a intervenir fuera del mismo, e incapaces de volar y superar al maestro.